Más del 60% de los adolescentes se pasan entre 30 minutos y 2 horas diarias utilizando Instagram. O dicho de otro modo: dedican más de 600 horas al año a esta red social. Según los expertos,
el hecho de que esta plataforma sea tan “adictiva” se debe a los likes y a los followers: dos factores que nos hacen sentir aceptados y nos aportan la sensación de formar parte de un grupo.
Y es que cada vez que a alguien le gusta una fotografía que publicamos, nuestro cerebro recibe una dosis de dopamina, una substancia que nos produce bienestar. Es por este motivo que muchas personas suben imágenes con el único objetivo de obtener
likes. Se pasan horas tirándose fotos, buscando el paisaje ideal, escogiendo los mejores filtros…
y todo para conseguir proyectar una imagen que sume “me gustas”.
Este fenómeno, cada vez más extendido, se conoce como Finstagram (palabra que nace de
Fake+Instagram).
Como su nombre indica, los usuarios “finstagram” crean una cuenta pensando únicamente en gustar a su entorno, aunque el contenido que publiquen sea falso o poco realitsa.
Esta tendencia es peligrosa no solo porque perjudica a la persona que finge, sino también porque muestra una imagen muy poco realista del mundo en el que vivimos.
Así que recordad: no todo lo que vemos a través de Instagram es real.