Mariah Walton es una chica de 20 años que espera un trasplante de corazón y pulmón. Desde pequeña sufre de problemas del corazón por una malformación del órgano que se podría haber arreglado con una simple operación pero
sus padres le negaron el acceso a la salud por creencias religiosas.
Ahora la chica está las 24 horas del día
conectada a una máquina que la ayuda a respirar y que hace que su corazón no se pare. Sus padres son
mormones fundamentalistas y no aceptaban que la pequeña recibiera trasplantes de sangre o fuera operada por los médicos. Preferían que su hija muriera antes que ir al hospital “
Nos reuníamos a rezar toda la familia por ella, todo estaba en manos de Dios”, ha dicho su madre intentando defenderse y creyendo que el poder de la pregaría podía sanar el agujero que Mariah tenía (y sigue teniendo) en el corazón.
Ahora la chica quiere que se haga justicia, “
Quiero ver a mis padres procesados. Se lo merecen. Y esto puede hacer que se eviten otros casos como el mío”, explica Mariah.
El problema de todo esto es que se mezclan los derechos de los menores con los derechos a la libertad de religión de los padres. “Usted sabe, es un derecho de la Primera Enmienda, la libertad de religión”, ha dicho el senador Lee Heider.
Mariah asegura que luchará hasta el final para que prevalezcan los derechos de los niños a la vida, sean cuales sean las creencias religiosas de los padres. Hay muchos niños que mueren porque los padres no quieren llevarlos al hospital porque creen que la vida “está en mano de Dios”. Es el caso de Landen,
un niño de 3 años a los que sus padres Jeremy y Amber dejaron morir. Esta es su tumba.
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