«Dejé los estudios para casarme. Ahora tengo 19 años y estoy divorciada»

per Redacció, 27 de septiembre de 2016 a les 10:45 |
Mi ex marido Albert y yo crecimos juntos, pero nos acerquemos el uno al otro hasta un día de diciembre, cuando yo era estudiante de primer curso en el instituto y él hacia segundo. Un día, cuando volvía a casa en autobús iba con una bebida y el bus frenó de golpe. Choqué con el asiente de delante y me tiré la bebida por encima. Me giré porque escuché a alguien riéndose. Solo recuerdo que pensé: "wow, me gustaría ver esa sonrisa cada día". ¡Era el chico más perfecto y con los dientes más blancos que había visto en mi vida!

Desde aquél momento no paramos de escribirnos durante 10 días seguidos. Me pidió para salir conmigo el día de navidad; me dijo: «¿Sabes qué me haría feliz por Navidad? Si pudiera decir que eres mi novia». Los siguientes años fueron una locura. Yo hacía de animadora y aunque nuestro equipo de fútbol era terrible él venía igualmente a verme.




Tuvimos algunos problemas y rompimos un par de veces, pero a medida que se acercaba mi graduación, sentí que estaríamos juntos para siempre, lo hacíamos todo juntos, él amaba a mi familia y yo a la suya y nos emocionaba hablar de nuestro futuro. Albert hacía planes para unirse al ejército y no podía imaginármelo lejos de mí. 3 meses después de acabar el instituto me pidió que me casara con él. 




El 25 de noviembre del 2015 nos casamos por lo civil. No me puse el típico vestido de novia ni nada de lujo, para mi era más que suficiente simplemente estando a su lado. Solo invitamos a unas 15 o 20 personas y le dí mi sí, quiero. El mítico «puedes besar a la novia» sonó como una película. Después, nuestros padres organizaron una fiesta en un restaurante y celebramos la luna de miel en un hotel cerca de la playa. Fue el día más feliz de mi vida. 



Una vez casada, me sentí mayor. Cuando íbamos a los restaurantes, los camareros veían mi anillo de casada y ponían cara de curiosidad, como si se preguntaran qué edad tengo. La verdad es que no parecía que pudiera tener más de 16. A pesar de todo, aquella primera semana fue muy feliz. 

Una semana después de la boda, los militares enviaron a Albert a California. No nos pudimos instalar en la base inmediatamente, asó que nos instalamos en una habitación de hotel muy pequeña durante las siguientes 7 semanas. Fue un infierno. Había un microondas pero no había cocina, así que compramos un càmpinggas para poder cocina un poco. Me gasté 7.000 dólares que había ahorrado como camarera en esas pocas semanas: pagar la habitación, el coche y la comida. Estaba un poco molesta por haberme gastado todo aquél dinero, pero estábamos casados. Imaginaba que todo aquello que era mío también era suyo y al revés. Era feliz sabiendo que lo estaba ayudando. 

Cuando por fin nos mudamos a la base, las cosas no mejoraron. No pagábamos alquiler pero aquél sitio era horrible. El váter siempre estaba encallado y la ducha no funcionaba. Albert trabajaba más de 12 horas al día y yo no conseguía encontrar trabajo y tampoco pude entrar en ninguna universidad porque no había presentado ninguna solicitud. Eso quería decir que estaba sola durante todo el día 5 días a la semana, o 7 si Albert tenía guardia el fin de semana. Además, cuando él volvía de trabajar aún quería ir al gimnasio o estaba muy cansado para hacer cualquier otra cosa. Estaba muy sola. 

Para mantenerme ocupada miraba series de Netflix: Anatomia de Grey, Gossip Girl, House Of Cards… de todo. Mi hermana Tara y yo hablábamos cada día por FaceTime. Limpiaba, salía a comprar y miraba recetas de cocina. Me había convertido en una ama de casa, pero sin niños.  

Lo peor es que había aplazado la universidad, había abandonado a mi familia y amigos para estar al lado de mi marido... En cambio él solo estaba centrado en su carrera y no me ayudaba para que yo pudiera sacarme el certificado de asistencia médica. Cuando nos casamos creía que sería para siempre, queríamos tener hijos, adoptar un perro e ir juntos a los partidos de nuestros hijos: en definitiva, soñábamos con un futuro perfecto, pero en California fue muy duro. Vivíamos en el desierto, no había césped en ningún sitio y teníamos que conducir durante 45 minutos para llegar al restaurante más cercano. Además, no teníamos dinero para hacer nada. Cuando estábamos juntos nos sentábamos en casa y no nos decíamos casi nada. Él jugaba a videojuegos y yo veía series o hacía la cena. Todo era muy raro.



En junio, 7 meses después de empezar nuestra vida juntos, yo viajé a Nueva Jersey para ir a la graduación del instituto de mi hermana y a pasar el verano trabajando de camarera para ahorrar dinero. Mi plan era ahorrar lo suficiente para tener una vida mejor con Albert y después volver a California en agosto. A partir de aquél momento todo se puso mal y le dije que necesitaba espacio; estuvimos dos dís sin hablar. Cuando volvimos a hablar él me echó cosas en cara y yo le dije que se había acabado. No podía volver con él. 

Un par de semanas después, Albert fue a Nueva Jersey porque operaban a su padre. Nos encontramos para hablar y llegamos a la misma conclusión: nos queríamos pero nos habíamos hecho daño y no podríamos volver a sentir jamás lo mismo. 



Fue muy difícil decírselo a la gente, yo estaba avergonzada por todo lo que había pasado, pero en la vida no todo va como te lo habías imaginado. No me arrepiento de todo lo que dejo atrás, porque realmente estuve enamorada, pero no puedo dejar de pensar qué sería hoy de mí si no hubiera abandonado mis estudios. Ahora tengo claro que me tengo que concentrar en hacer realidad mis sueños y no rendirme jamás.

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